Antiguas octavas castellanas en versos dodecasílabos compuestos
De tantos puñales que me apuñalaron
me da la memoria recuento certero,
y con el recuento, dolor muy severo
por tantos amigos que me traicionaron.
Esos mismos pechos que me confortaron
urdieron arteros mi daño y perjuicio;
con ello lograron fugaz beneficio,
inferior al duelo que me reportaron.
¡Cuantas amistades bajo juramento,
que nombran al Cielo por mudo testigo,
hoy juran y ensalzan la fe en el amigo,
mañana la venden si llega el momento!
No sé por qué elevo tan triste lamento
ni de qué me duelo con queja tan vana:
flaca y miserable la ralea humana,
ni mantiene apego ni honra sentimiento.
Las pasadas horas en que entretenía
los graves afanes del quehacer diario
¡qué dulce el respaldo de su compañía,
qué atinado el hilo de su comentario!
Nadie, nadie sabe cuanto es necesario
el abrazo amigo hasta que se pierde:
como herida viva la ausencia te muerde,
te hiela la angustia de andar solitario.
¿Os cansan mis quejas?¿Os sobra mi llanto?
Oíd con paciencia, no tengo otra cosa:
la vida comienza plena y bulliciosa,
pero a cada vuelta te recorta el manto:
a unos se los lleva y otros mientras tanto
terminan mostrando su esquiva ruindad,
y al fondo del saco ves la Soledad.
¿Qué importa que venga? No me causa espanto.