A las jóvenes doctoras, y en especial a la Dra. Montoya, a cuyas manos encomiendo mis dientes
¿Desde cuando los ángeles tormentos
estudian en cruenta asignatura
de modo que en infausta criatura
llevan a cabo los experimentos?
Una galaxia horrenda de instrumentos
alterna sin piedad la mano pura
contra la inerme y rota dentadura,
lima que lima ajena a los lamentos.
¡Seda, oh cruel, el nervio dolorido,
no le escatimes la inyección calmante,
por relajar el músculo en alerta!
¡Así, así por Dios! Qué agradecido
queda el paciente en su dolor menguante,
mirando al ángel con la boca abierta.
Madrid, viernes, 18 de septiembre de 2009
De parte de aquel paciente de cerviz artrósica, garganta escasa y miedo desmedido que tanto trabajo da, pero que no obstante sabe escribir versos, al menos eso piensa él.
4 comentarios:
Bueno al menos ya somos dos los que pensamos asi... ehhh vale... después de esto las atenciones de seguro que saldrán gratis con este significativo soneto... muy bien y sigo en la lectura de tus magníficas obras, poeta amigo Francisco.
Un abrazo hasta alli... Juan José..
Gracias, Juan José. Un abrazo.
Entiendo que tu dentista aúna habilidad profesional y belleza física.
Nunca había pensado en escribir un soneto a mi dentista, pero la verdad es que la idea no deja de tener originalidad
Pues a mí me tiene en vilo; así que voy a ver si la aplaco, aunque sin duda la culpa es de mi mala salud dental.
Gracias, Antonio.
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