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sábado, 15 de mayo de 2010

Contra la petulancia

Si me pongo solemne,

si abulto mi pechuga como un pavo,

como un burgués inflado y arrogante,

escupid vuestra risa.

Sin pudor, sin vergüenza.

Romped el pedestal

hacia el que me encaramo

con una transgresora carcajada

o alguna irreverente pedorreta,

mas nunca me hagáis caso.


Si me pongo solemne

es que quizá pretendo

colocar mercancía averiada,

o venderos quizá otra burra coja

o alguna teoría

o ardid capcioso o falso,

pero siempre, eso sí,

correcto en lo político: escupidme.


Si me pongo solemne,

si a estas alturas me pongo

solemne quizá me esté muriendo;

y a los muertos

es más fácil faltarles al respeto,

que la Muerte

siempre esconde la mueca descarnada

de su más que evidente calavera.


Si me pongo solemne,

mortal y definitivamente solemne,

mearos en la losa de mi lápida

sin temor; que debajo

solo restan gusanos y carroña.


Debajo de lo grave … solo hay mierda.

Tenedlo por seguro.