sábado, 26 de enero de 2013

El Mal Hacer


Brama la extraña trompa conmovida,
rasga el cendal la garra transgresora,
se apodera del cuerpo en su desmayo
y lo huella en feroces convulsiones.

Un atisbo de lúcida ironía
pone el Mal en la órbita de un Sueño,
y allá se va, perverso y desgarrado,
torticero y cruel, el Pensamiento.

Y tras del Mal Querer, de la agonía
del maquinar, roer, atar los cabos
de la Traición, del doble y sucio engaño,

tras de los cebos del  falaz gambito,
emboscado en el filo de una esquina,
el Mal Hacer, preñado, rompe aguas.

sábado, 12 de enero de 2013

Nada seré y siempre he sido Nada


Antes de aquel deleite vespertino,
antes de aquel Amor yo no era Nada,
apuesta impar de la biología
entre millones de otras planteada:
el improbable azar  de ver casados
naipes concretos de una Gran Baraja.
Ni Verbo potencial ni Sustantivo,
antes de aquel Albur yo no era NADA.

Mas ¿cómo fue el No Ser entre la bruma
de aquella negra noche ilimitada?
¿Un vacío compacto, un largo tunel
sin principio ni fin ni madrugada?
¿Cero a la izquierda de una incierta coma?
¿Nulidad de una cuenta no iniciada?
¿Silencio universal antes del Día
anterior al Big Bang y su algarada? …

Después nací con sed de eternidades,
efímero mortal de horas contadas,
y malgasté el tesoro de minutos
de mi reloj de ruedas desdentadas.
Lloré, reí, gocé, sufrí el destino
de la estrella fatal que me alumbraba
hasta que ya, sin tiempo entre las manos
selló la Parca el fin de mi escapada.

Y otra vez el No Ser, niebla viscosa,
pulpo sin brazos, canto sin garganta,
ojo en la oscuridad, voz sin oído,
corazón sin amor, amor sin alma.
No ser, pero haber sido: ser memoria
esparcida, plural, desperdigada,
evanescente, declinante, huída
y luego muerta para siempre: NADA.

Madrid, viernes, 28 de diciembre de 2012

viernes, 4 de enero de 2013

La niña África


















En estos días, en Cáceres, ha nacido la niña África, sobrina nieta de mi amiga Irene, y yo le dedico este

Soneto de Navidad


Hoy naces Afriquita como un sueño
de arropes, mazapán y polvorones,
entre los villancicos y canciones
de un Cáceres amable y navideño.

No hay buey ni mula en tu Belén pequeño,
ni estrella errante ni constelaciones,
que estamos de recorte y restricciones
y manda Herodes con su torvo ceño.

Pero hay Amor en torno de tu cuna,
hay en los ojos luces y humedades,
y en el hogar hay paz: la Vida sigue.

Y la Vida eres tú, cacho de Luna,
que alumbras estas dulces Navidades
por que nada las turbe ni castigue.