¿Adonde los ojos míos
cada vez que no te ven
pueden mirar?[1]
Y ¿cómo, en sus desvaríos,
la falta del mayor bien
no lamentar?[2]
Y pues que, enfermos de ausencia,
lejos de ti se conduelen
abrumados,
déjate ver, que en presencia
de Amor serán, como suelen,
confortados.