Yo medí con mis
piernas el camino
que va de
Roncesvalles a Santiago,
por laderas de
encina, roble o pino,
o secanos de
cardo y jaramago.
Tierras de pan y
tierras de buen vino
-de cuando en
cuando de la bota el trago.
Por Navarra o la
Rioja o la Castilla
que me viera
nacer marché en cuadrilla.
Al compás
regular de nuestro paso
cambiaba la
tramoya del paisaje,
y era un páramo
duro, solo y raso,
un matorral
espeso, hosco y salvaje,
una vereda que
serpea al acaso
o un valle ameno
que reposa el viaje.
Las más veces
surcado labradío,
y en lo hondo la
vega de algún río.
2 comentarios:
Y no encontró gigantes ni al clero en el camino? pues si hubiera usted bajado por Olite hacia Tudela, nos hubiéramos comido unos espárragos y en bota o en porrón unos tragos de vino al cuerpo echáramos, y a la orilla del Ebro, bajo la sombra de los chopos, me lee usted a mi este y otros poemas, que como siempre borda en encajes de puntilla.
Con Dios amigo Francisco.
Gigantes no encontré: yo era el más alto; pero sí huesos humanos levantados por un irreverente arado, pero como en este país los huesos humanos a orilla de caminos son irrelevantes, no sabiendo qué hacer - que en aquella época si denunciabas lo mismo te la cargabas tú- los dejamos estar. Clero sí, pero en poblado, que en las parameras no se veía un alma ni a Dios, que debía de andar por las iglesias. Claro que me hubiera gustado compartir el menú que mencionas, pero por aquellos entonces tú debías de ser un chaval y no te hubieran dejado. Qué lástima. Un abrazo, Childe, otra vez será y gracias por tu visita.
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