Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba …
Miguel Hernández
Te ungiste de valor, pero una bala
te partió el corazón en pleno vuelo,
y en esa hora mala,
en ese aciago día,
contra el telón de aquel incierto cielo,
la cámara hizo eterna tu agonía,
el último alentar y el sufrimiento.
Y fue inmortal tu muerte, congelada
en la sombra al revés de un negativo.
De tu ideal, tu ardor y tu motivo
no se registra nada
en la placa del óptico instrumento.
Pero en ese momento,
con la boca apretada,
aún sostienes el arma con tu mano
cuando por los barbechos
áridos del secano,
polvorienta, cereal y ruda alfombra,
te aprestas a fundirte con tu sombra.