sábado, 15 de septiembre de 2007

Madrigal a unos ojos heridos




A mi querida amiga Puri, que un día
se decidió a dejar sus hermosos ojos
en las pecadoras manos de los cirujanos.

La luz, que los amó desde su altura,
quiso hacer de tus ojos su morada
y por allí quedó domiciliada,
prendida en su candor y galanura.

Ahora, entregada al médico ejercicio,
hecha dardo sutil, hiere y sutura
algún punto crucial de su estructura
por retornarlos a su recto oficio.

¡Que cese de una vez el sacrificio,
que acabe de una vez la noche oscura
de ausencia de tu luz y tu figura!

¡No nos niegues jamás el beneficio
de remansada luz y de hermosura
de tu mirada sosegada y pura!

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