domingo, 16 de septiembre de 2007

A los heridos ojos de Conchita


A mi querida Conchi que, sin duelo, ha celado sus ojos de momento.

Han cerrado unos ojos por la obra
y la Luz no se aclara todavía,
que sólo en ellos Ella se lucía
y serenaba de cualquier zozobra.
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Si la dulce hermosura nunca sobra,
si ese fanal reclama cada Día
¿qué hacer cuando un Lucero se extravía
y el Sol, puesto a buscar, no lo recobra?
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¿Como podrá sin él vestir la Noche
el ruedo recamado de su manto
a falta de su más preciada gema?
-
Oye, Conchita, su gentil reproche
y devuelve a la Luz todo su encanto,
y a la nocturna Reina su diadema.

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