No quiero visitar los cementerios,
donde la pena dio llanto a la piedra,
donde el buril sin fe mintió presencias
contra la ausencia viva de los muertos.
No quiero crisantemos en Otoño
ni lágrimas periódicas ni flores;
para vivir después me basta sólo
tu recuerdo sin cintas ni colores.
Cuando bogue en galeras de la muerte
no querré quejas de animal sin amo;
querré el recio dolor del alma fuerte
y un hoyo en sombra en la mitad de un páramo.
Madrid, 1 de Noviembre de 1.961.
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