Hoy, Primero de Mayo de 2.024, ningún poema mejor que "El sudor" del enorme Miguel Hernández, poeta del pueblo y para el pueblo: MIGUEL.
En el mar halla el agua su paraíso ansiado
y el sudor su horizonte, su fragor, su plumaje.
El sudor es un árbol desbordante y salado,
un voraz oleaje.
Llega desde la edad del mundo más remota
a ofrecer a la tierra su copa sacudida,
a sustentar la sed y la sal gota a gota,
a iluminar la vida.
Hijo del movimiento, primo del sol, hermano
de la lágrima, deja rodando por las eras,
del abril al octubre, del invierno al verano,
áureas enredaderas.
Cuando los campesinos van por la madrugada
a favor de la esteva removiendo el reposo,
se visten una blusa silenciosa y dorada
de sudor silencioso.
Vestidura de oro de los trabajadores,
adorno de las manos como de las pupilas.
Por la atmósfera esparce sus fecundos olores
una lluvia de axilas.
El sabor de la tierra se enriquece y madura:
caen los copos del llanto laborioso y oliente,
maná de los varones y de la agricultura,
bebida de mi frente.
Los que no habéis sudado jamás, los que andáis yertos
en el ocio sin brazos, sin música, sin poros,
no usaréis la corona de los poros abiertos
ni el poder de los toros.
Viviréis maloliendo, moriréis apagados:
la encendida hermosura reside en los talones
de los cuerpos que mueven sus miembros trabajados
como constelaciones.
Entregad al trabajo, compañeros, las frentes:
que el sudor, con su espada de sabrosos cristales,
con sus lentos diluvios, os hará transparentes,
venturosos, iguales.
3 comentarios:
Hola don Francisco. Que la paz y la salud estén con usted y con los suyos. He navegado en estos meses por el inmenso mar de la poesía de don Miguel Hernández, a través de una edición de su Antología Poética (de Alianza Editorial). Miguel es un orgullo para España y un faro de admiración para la lengua española. He descubierto de la manera más sublime cómo la lira poética de este noble español toca los rincones mas profundos del alma, de su gente, de su tiempo y del corazón.
Don Francisco, siempre reviso su blog y los aportes y análisis de métrica que muy gentilmente usted, con los años, ha proporcionado a los caminantes de esta senda bendita que es la poesía. Que gusto sería, un día conversar, con usted, al aroma de un buen café. Desde Managua, Nicaragua, un abrazo.
Muchísimas gracias, Ravenn, por tu seguimiento y por un comentario tan amable. En efecto, soy un admirador más de la obra del gan Miguel, muerto de tuberculosis en una cárcel de Franco en una edad tan temprana. ¡Qué maravillas nos perdimos de su pluma por tan prematura muerte, si lo que conocemos hoy de él raya a tales alturas! Y pensar que aquel régimen funesto encargó a un catedrático de Literatura la siniestra tarea de destruir toda la obra del poeta, tarea que afortunadamente se frustró. Triste destino el de los poetas de aquel tiempo que no se vendieron al régimen imperante: muerte, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado, exilio exterior, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda ..., exilio interior, Vicente Aleixandre, Blas de Otero, Gabriel Celaya y tantos otros. Desdichado destino el de los poetas de este triste país ...
Un abrazo, Ravenn.
Don Francisco, ¿En España hay bastantes espacios para la poesía en estos “modernos tiempos”? Aquí en Nicaragua, es bastante limitado el poder acceder a espacios para dar a conocer el trabajo poético, comentarlo, publicarlo, hablar y compartir con personas del "gremio" literario, etc.
En efecto don Francisco, los poetas que usted menciona y otros tantos sufrieron los excesos imperiosos del lado más oscuro del corazón del hombre. Cuando era adolescente, recuerdo me impacté al conocer el triste destino de Federico García Lorca. ¿De cuánto divino canto se privó al mundo por llevar a estos hombres al sepulcro más profundo? Nunca lo sabremos, pero que deleite lo que nos han dejado. Hace tiempo escribí un poema, aludiendo un poco a ese reino del verbo español que tan ilustres poetas construyeron. Me gustaría compartirlo con usted, si está de acuerdo.
Saludos, desde Managua, Nic.
Julio C. Romero
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