En este último mes he cumplido mis primeros setenta y seis años,
me han diagnosticado mi primer cáncer, en la piel, pequeño,
manejable, y me lo acaban de extirpar, dicen que bien,
y en este mes, después de muchos meses sin que me viniese nada,
he compuesto por fin otro soneto; este.
Amé la flor y amé la luz del día,
las empinadas cuestas, los caminos,
el caprichoso errar de los destinos
hollados al azar, sin dios ni guía.
Aquel marchar, tu mano con la mía,
a la vera de arroyos cristalinos,
juntos, enamorados peregrinos,
de la ribera fresca entre la umbría.
¿Quién andará las sendas que nos vieron?
¿Quién beberá en las fuentes que bebimos?
¿Quién verá los ocasos que admiramos?
Sendas habrán, mas no las que ya fueron.
Y fuentes manarán, no las que vimos.
Y nunca ya los sueños que soñamos.
Madrid, sábado, 23
de mayo de 2015