Redondillas cruzadas y enlazadas
David Alonso Perales,
cuando el jueves nos nacía,
vino espantando los males
y trayendo la alegría.
El diecinueve fue el día,
el mes era de Febrero,
y quince el año sería
de este milenio tercero.
Sacó cabeza primero
estrechando fontanela,
luego sacó el cuerpo entero,
lloró e Irene fue abuela.
Hasta medianoche en vela
las familias aguardaron
hasta que la “cantinela”
del neonato escucharon.
Y allí la emoción libraron,
entre la risa y el llanto,
hasta que se desahogaron
de haberlo anhelado tanto.
Que no hay en el mundo canto
de tan alegre esperanza
que el desconsolado espanto
con que un niño abre su andanza.
Y aquí, sin mayor tardanza,
cerrar mi canto conviene
con ternura y alegranza:
¡Felicidades, Irene!
Lunes, 23 de febrero
de 2015
Tu amigo Francisco
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