Décimas
de lo cotidiano
A mi hija María, a ver si consigo que se aficione a la poesía
A mi hija María, a ver si consigo que se aficione a la poesía
Soplo
gentil que se exhala
cuando
el alma se nos duele
de
alguna espina que suele
de un
mal de amor hacer gala.
Lamento
que se propala
con un
temblor del aliento,
que es
céfiro sin ser viento,
es ay
que no llega a queja,
surco
que no abrió la reja,
tristura
sin sufrimiento.