viernes, 25 de mayo de 2012

El endecasílabo (V). Rítmica.


        4. Rítmica.

Muchas personas creen que la métrica de la poesía se agota en la medida de sílabas y en la rima y quizá desconocen que a partir de ese punto es cuando comienza en realidad el arte de la poesía. Es, en primer lugar, el ritmo interior de los versos el que confiere musicalidad a una composición; pero, a diferencia de la composición puramente musical, que dispone de herramientas tan precisas como el tono o altura de las notas, la diferente duración de las mismas, la intensidad, etc., cada una de las cuales puede medirse y expresarse con exactitud mediante la notación musical, a diferencia de ello, el artista de la composición poética no tiene otro instrumento a su disposición que la disposición ordenada de palabras preexistentes, con características preestablecidas y prácticamente inmodificables.
El artista va edificando la arquitectura del poema utilizando como ladrillos las palabras del lenguaje de acuerdo con las características que el uso las ha ido confiriendo y según consta en los correspondientes diccionarios. Esas palabras son agrupaciones de sílabas, y estas de letras, y les corresponde de antemano una pronunciación bien definida que, como ya he dicho, no se puede modificar. El poeta las elige y ordena en versos, previene los encuentros de vocales, si acaso, altera mediante sinéresis o diéresis lícitas los grupos de vocales y eso es todo, todo, todo. Mediante esa mera elección y ordenación, que además debe atenerse a las normas sintácticas, ha de conseguir – de una sola tacada – medida, rima y ritmo. Ocupémonos ahora del ritmo.
¿De qué elementos disponemos para formar el ritmo? Tan solo de una: el acento prosódico que existe en la pronunciación común de las palabras. ¿Y de qué manera se construye el ritmo? Pues volvemos de nuevo a lo mismo: el poeta ha de conseguir, mediante la ordenación de las palabras que componen un verso, que las sílabas en que recaen los acentos (sílabas tónicas) vengan a caer en lugares precisos (acentos rítmicos del verso). en que la rítmica ha determinado que es necesario que caigan (no caprichosamente sino por el estudio minucioso de la fonética del propio lenguaje), según el tipo de verso de que se trate, para que el resultado sea armonioso. Este arte lo conocen y dominan intuitivamente muchísimas personas que hacen un buen uso del lenguaje, personas naturalmente dotadas del don de la oratoria (los llamados vulgarmente “picos de oro”), pero es algo que también se puede aprender y perfeccionar, y que un poeta que quiera llamarse así debe dominar..

    1. Sílabas tónicas y átonas.

Como ya se ha dicho, sílaba tónica es aquella de una palabra incluida en un verso sobre la que recae el acento prosódico, el acento que existe en la pronunciación de una palabra. Ahora bien, esto es cierto pero no para todas las palabras. A los efectos de la consideración de sílabas tónicas suelen excluirse generalmente las de las preposiciones, artículos y conjunciones monosilábicas que sintácticamente se consideran subordinadas a sustantivos, verbos, etc.. Esta sin embargo no es regla absoluta pues existen abundantes excepciones en que el poeta juega a colocar en posición final (por ejemplo, o en otra en que esté obligada la situación de una tónica) uno de estos monosílabos, que pasan a ser tónicos automáticamente por el énfasis natural del verso. Por ejemplo:

Hoy quisiera hablaros de
el progreso en versear
que en este tema se ve,
por lo poco que yo sé
de quintilla circular.

En esta quintilla todos los versos terminan en aguda, pero al primero (la quintilla es mía) lo hago, a manera de alarde, terminar en la preposición de, partiendo la frase (figura que se llama encabalgamiento) y convirtiendo esa sílaba en tónica, por ser monosílabo a fin de verso.
Pero estos casos son excepciones rebuscadas que confirman la regla general dada arriba.
Las sílabas de palabras polisílabas en que no recae el acento, o de las monosílabas a que nos referíamos antes, se dicen átonas. Esto también tiene alguna excepción: en polisílabas muy largas se pueden admitir, si coinciden con acentos rítmicos,  acentos secundarios además del principal de la palabra.

    1. Breve noción sobre pies rítmicos clásicos.

Siguiendo a T. Navarro, citado por R. Baehr, desde el punto de vista rítmico todo verso se divide en principio en tres partes, de las cuales la primera puede en algunos casos no existir. Son estas:

Anacrusis – Periodo rítmico – Periodo de enlace
 El a-               roma de su             nombre

La anacrusis o antecompás  es la parte del verso que va desde su origen hasta la primera sílaba tónica con acento rítmico pero sin incluirla. Puede no existir si la primera sílaba del verso es tónica.
El periodo rítmico va desde la primera tónica (inclusive) hasta la sílaba que  precede a la última tónica del verso.
El periodo de enlace va desde la última tónica hasta el final del verso.

El periodo rítmico interior se subdivide a su vez en pequeñas unidades rítmicas llamadas pies de verso o cláusulas rítmicas (Bello). Los pies de verso comprenden dos o tres sílabas de las cuales solo una va acentuada y sirve de apoyo a las demás átonas. Estos pies de verso, reciben, heredados de la métrica clásica griega y latina, los nombres de: yambo (oó), troqueo (óo), dáctilo (óoo),  anfíbraco (oóo) y anapesto (ooó), donde o = sílaba átona; ó = sílaba tónica. De estos cinco tipos, finalmente, por razones de fonética experimental, todo puede reducirse a dos de ellos, el troqueo y el dáctilo.

Estas son las bases sobre las que descansa el estudio de la rítmica del verso. Sin embargo su extensión desborda por completo los límites de este breve repaso teórico siendo más bien materia de alta especialización. Por ello, siguiendo nuestro plan, me limitaré a describir para el endecasílabo los esquemas rítmicos más habituales según la posición de los acentos rítmicos fundamentales de cada tipo.

[CONTINUARÁ]

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