viernes, 19 de marzo de 2010

Memoria histórica

La tarde fenecía

con un trazo escarlata en el crepúsculo

horizontal, estático, patético

como el grito de la sangre

de lo que se resiste

a no ser.

Aunque al fin siempre ganen las sombras.


Sobre los muertos

siempre crecen más altos los trigos.


Cayeron como cosecha

recién segada,

como heno de amapola

decapitada.


Sobre los muertos

siempre crecen más altos los trigos.


Cayeron, pero su ausencia

fue un agujero amargo entre los suyos,

un faltar palpitante, un hueco vivo,

un vibrante silencio …,

una cuenta

permanentemente

mal saldada

un crimen, una afrenta

flagrante,

sin castigo


Sobre los muertos

siempre crecen más altos los trigos.


Los asesinos

se equivocaron,

los cómplices

se equivocaron,

los tibios

se equivocaron,

los cooperadores necesarios

se equivocaron

los cobardes, en su silencio,

se equivocaron:

porque nadie grita más alto que los muertos

mal enterrados.

Los patéticos huesos,

desperdigados,

suenan como mil goznes

mal engrasados,

como ejes de mil carros

desvencijados,

chirrían y claman …

obstinados.


Sobre los muertos

siempre crecen más altos los trigos.


Y estamos aún así,

junto a los trigos,

junto a tapias melladas por disparos,

junto a nobles cunetas de caminos,

junto a los pozos secos …

y los barrancos,

al pie de los olivos …

siempre a la espera …


Sobre los muertos

siempre crecen más altos los trigos.


Al fin los tristes huesos

van brotando

hambrientos de ataúd

y camposanto,

de registro civil,

juez y notario,

del raudal de las lágrimas

y el llanto,

del dolor diferido …

y del olvido en paz …

tan deseado.


Sobre los muertos

siempre crecen más altos los trigos.

9 comentarios:

Gustavo Pertierra dijo...

Prodigiosos versos que he leido y releido, disfrutando un poco más de su calidad en cada lectura.

Felicitaciones compañero, tienes un talento poético envidiable.
Un cordial abrazo

Francisco Redondo dijo...

Son fruto de una gran pesadumbre colectiva. Ninguno de esos muertos era muerto mío, y sin embargo todos son mis muertos, como si me los hubieran quitado de los brazos huérfanos, como si me acabaran de dejar sin ellos los asesinos ...

¿Cómo puede nadie vivir y morir con esa carga? Y a pesar de ello por aquí quedan aún montones de criminales y de complacidos herederos de los sistemáticos criminales. Este es un país miserable, digno de compasión.

Un abrazo, Gus

Francisco Redondo dijo...

Son fruto de una gran pesadumbre colectiva. Ninguno de esos muertos era muerto mío, y sin embargo todos son mis muertos, como si me los hubieran quitado de los brazos huérfanos, como si me acabaran de dejar sin ellos los asesinos ...

¿Cómo puede nadie vivir y morir con esa carga? Y a pesar de ello por aquí quedan aún montones de criminales y de complacidos herederos de los sistemáticos criminales. Este es un país miserable, digno de compasión.

Un abrazo, Gus

Anónimo dijo...

Y se hace extensivo a todas las injusticias que en el mundo han sido y son, a todos los países, a todos los tiempos, a esa parte de la condición humana que nos negamos a asumir, quizá sea el hombre digno de compasión, no nuestro país, que no tiene una historia de la que enorgullecerse,pero que no es peor que la del resto, mire si no el abandono que sufrimos por parte de los aliados, o de la reacción de los revolucionarios franceses ante el abance liberal español en el XIX,etc, etc.
Su verso como siempre, bello y profundo.

Ya sabe quién soy, que esta puñeta de la cuenta google no me lo voy a aprender nunca.

Francisco Redondo dijo...

Efectivamente, este mal del genocidio está muy generalizado, y el ser humano es muy malo, pero por ese camino simplista corremos el peligro de confundir los criminales con las víctimas, lo cual sería incurrir en una grave injusticia. En este país en concreto, ganó el fascismo, con la complicidad o inacción, en efecto, de muchas llamadas "democracias", pero yo no voy a caer en el error de mezclar a los criminales que murieron tranquilamente en una cama de hospital y están enterrados en catedrales o mausoleos faraónicos construidos por esclavos vencidos, tras perpetrar masacres ingentes por acción de tropas africanas, italianas o nazis tras instaurar un régimen de terror que llega hasta hoy, no voy a confundirlos con sus pobres víctimas, clases bajas o medias, que a todo tirar cometieron el enorme crímen de creer y defender el legítimo gobierno de la II República Española.

No participaré en ceremonias de confusión del tipo "too el mundo es malo" o "too el mundo es güeno". Aquí los criminales se salieron con la suya y ellos o sus herederos están aún en el machito. Y esto lo firmo con mi nombre y mis dos apellidos.

Francisco Redondo Benito de Valle.

manolotel dijo...

Creo que nos hemos leido (e incluso escrito algún mail) en un foro de sonetos (que ahora es algo parecido a una editorial) hace unos años. Pero aunque no fueras el mismo F. R. escribes con idéntica pulcritud que el de aquellos versos que recuerdo.

Por lo demás, coincido en mucho con los versos y los comentarios. De todas formas, mientras haya uno que recuerde no hay olvido; incluso aunque el tiempo se retrase.

Un abrazo.

Francisco Redondo dijo...

Gracias, Manolotel. Me alegro de encontrarte de nuevo. Lo importante es que lo que haya que decir, se diga.

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Don Francisco, no quería yo inducirle con mi comentario a ningún sitio que usted no haya elegido, no entiendo su reacción,pues no asocio su razonamiento a mi intención, de todas formas, ruego me disculpe.
Enrique Gil Lázaro me llamo,para lo que fuera menester, excepto para disputas.

Francisco Redondo dijo...

Siendo así, don Enrique, me excuso por cuanto puedo haberle interpretado mal: el carácter anónimo de su comentario y quizá una mala lectura del mismo por mi parte, abonada por una cierta ambigüedad que creí percibir en el mismo, y por lo sensibilizado que estoy con este tema vital de la historia de España, pudo inducirme a error en su apreciación. Lo siento.