viernes, 16 de enero de 2009

Verdugos de Sión

Verdugos de Sión,  habéis logrado

un sitio entre los monstruos terrenales;

habéis ganado puestos

en el “ranking” mundial de los infames:

de los profanadores de sepulcros,

bebedores de sangre,

violadores de niños

ante los mismos ojos de sus madres.

 

Verdugos de Sión, habéis vencido:

ya sois tan execrables

como el que exterminaba a los judíos

en los hornos horrendos de Mathausen,

el que los señalaba

con la marca infamante

de las seis puntas hacia el matadero

industrial, en cadena, inexorable.

 

Verdugos de Sión: habéis manchado

la herencia de nobleza venerable

de la víctima pura,

el cáliz redentor de aquella sangre;

habéis prostituido su palma de martirio

por las treinta monedas materiales

del poder corrompido. Una victoria

sin otro porvenir que otro desastre.

 

Verdugos de Sión: no sois judíos,

no sois del pueblo laborioso, amable,

que tanto cautivó con su utopía

de paz y convivencia perdurables.

No podéis ser de quienes padecieron

sin buscar la revancha en otra parte,

sin pretender hacer pagar al débil,

con las prestadas artes militares,

lo que el fuerte les hizo;

sin la venganza inicua del cobarde.

 

Verdugos de Sión: sois la vergüenza,

hez de los criminales,

no del hebreo, que os dará la espalda

el día, pronto o tarde,

que caiga por su peso la careta,

mas del hombre común que nada sabe

de monsergas de tierras prometidas,

y os juzga ya por crímenes bestiales.


 

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