Ojos que de Castilla hubieron cielo,
miembros que caminaron su llanura,
pecho que amó su gente digna y dura
mueren hoy en destierro y desconsuelo.
Te reclamo, perdida tierra mía,
desde este infierno donde desfallezco:
¡sácame de esta sima en que perezco
y guárdame en tu paz, como solía!
(Patrulla el cazador la rastrojera,
convoca a su quehacer la sementera
y están las cepas llenas de racimo).
Dame, patria natal, tu impulso ardiente
y otra vez más levantaré la frente
sustentado en tu suelo y a tu arrimo.
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