Ya sé que lo sabéis;
son palabras antiguas.
Sabéis que el que se marcha
nos deja un hueco amargo
que no remedian versos
ni discursos ni lágrimas ...
Que es imposible llenar ese vacío definitivo.
Alguien sentenciará que es ley de vida,
que quedamos con él comunicados,
que el que se va nos deja enriquecidos ...
Alguien dirá, por fin, cómo la flor renuncia
a su corte de pétalos
por esa madurez cenital de su fruto.
Es posible, es posible; yo no lo negaré ...
Pero ¡ayudadme, amigos, antes de iros,
a comprender la plenitud final
que habrá de compensarme de vuestra muerte!
Porque a mí, perdonadme,
aquí, ante la cavidad vacía de la ausencia,
ni la comprendo
ni me basta …
… ni tan siquiera la admito ...
aquí, ante la cavidad vacía de la ausencia,
ni la comprendo
ni me basta …
… ni tan siquiera la admito ...
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