El
mundo desde lo alto de una silla de montar
ha
de ser otro mundo del que observa
a
pie enjuto el villano, el peatón, el piernas …
aunque
se trate de una silla inglesa sobre bestia
lozana
y bien alimentada, la rienda distendida
y
el bocado holgado y tolerable.
El
mundo desde lo alto de una silla de montar
empieza
a ofrecer la perspectiva arrogante
del
terrateniente, del amo de vidas y haciendas,
del
señorito malcriado durante años de holganza
entre
el servil pulular de los criados, atentos a la menor
necesidad
del alevín de dueño de las cosas.
El
mundo desde lo alto de una silla de montar
ya
no es el que veía el caballero esforzado y errante,
atento
a la defensa del débil y el desvalido;
ya
no es el de los grandes horizontes que conquistar
ni
el de los altos valores a detentar.
Ya
no es el mundo ideal y onírico de Amadís o don Quijote.
Hoy
el mundo desde lo alto de una silla de montar
es tan solo una caricatura, una mueca soberbia,
un
residuo enmohecido, envilecido, roto
de
una gloria abandonada y cien veces prostituida.
La
pantomima de un dominio periclitado y muerto
que
pretende asustar a un pretendido entorno pusilánime.
Madrid, viernes,
17 de mayo de 2019