La flor de Estonia
Centaurea cyanus: aciano o azulejo
El veintiséis de Mayo,
Tristan, tu día,
hace justo dos años
que tú nacías,
que el ojo abriste
al tibio sol de Estonia,
donde naciste.
Era un día precioso
de primavera,
acianos florecidos
por las praderas,
la flor estona,
pirotecnia de azules
en la corona;
por los aires revuelo
de golondrinas,
de petreles, gaviotas,
de aves marinas,
y ecos cantores
de jilgueros y mirlos
y ruiseñores;
se mezclaban las acres
brisas del mar
con los bálsamos ásperos
de algún pinar,
robles comunes,
con álamos y sauces,
con abedules …
Era hermosa la tierra
donde nacías,
cuando Mayo florido
reverdecía …
Tan linda estaba
que a nacer dos mil veces
nos invitaba.
Tú nacías, nosotros
justo llegamos,
cabalgata española
de Reyes Magos:
rota ternura
de sollozos y risas
hasta la hartura.
Dos años y ya luces
habilidades,
día a día aprendidas
junto a tus padres:
lengua de trapo,
farfulla en dos idiomas
tan separados …
Juegos, mimos y llantos
y picardías,
encantos que los niños
traen día a día.
¡Ay, quién pudiera
contemplar como creces,
siempre a la vera!
Tus abuelos te sueñan
desde tan lejos …,
pero, mira, al soñarte,
ya no son viejos:
te ven, mi niño,
muy cerquita, al alcance
de su cariño,
te ven junto a una tarta
con sus dos velas,
padres, tíos y abuelos
y parentelas;
luego una mano
te cuenta en las orejas
esos dos años.
¡Ay, …!
Madrid, 21 de Mayo de 2018