Recitado en la Puerta del Sol al final de la Ronda del jueves 1 de diciembre de este año 2016
Compañeras y compañeros: Como
sabéis, en días pasados ha muerto a los 96 años uno de nosotros, un compañero, un camarada, un hombre bueno:
Fernando Macarro, el verdadero nombre de quien firmaba sus poemas como MARCOS
ANA.
Bajo el franquismo padeció tortura,
dos condenas de muerte y 23 años ininterrumpidos de cárcel, una de las más
largas condenas cumplidas bajo ese oprobioso régimen: entró con 18 y salió con
41 años.
El poema suyo que voy a leer refleja
con claridad su drama carcelario: encerrado entre los muros termina por no
saber nada de la vida sencilla en contacto con la naturaleza: el árbol, el río, los
pájaros, el mar, el campo, las estrellas, la mujer. Nada tan patético desde
aquel medieval “Romance del prisionero”.
Con vosotros y vosotras MARCOS ANA.
LA VIDA
Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto del río
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.
Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor, no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?
Veintidós años … Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma … Escribo
a tientas: “el mar”, “el campo”.
Digo “bosque” y he perdido
la geometría del árbol.
Hablo, por hablar, de asuntos
que los años me borraron
(no puedo seguir, escucho
los pasos del funcionario).
MARCOS ANA