- Mira,
Olivia, en toda Flor
hay una
Fruta escondida,
tras la
Fruta hay un Verdor,
y luego
otra Flor de Amor:
es el
Ciclo de la Vida.
Camino de
la Estación,
azul
Verónica viera,
y Malva,
suave emoción,
y hasta
un Diente de León,
heraldos
de Primavera.
Vimos
que en todo Cuadrado
un
Rectángulo se esconde,
y el
Círculo descarado,
perfectamente
curvado,
llegó
sin saber de donde.
¡Chicas,
callaros, que ahora
la Gran
Serpiente dormida
os va a oír y ,sin demora,
en un pis pas nos devora,
que es hora de su comida!
¡Mas, que horror, si la Serpiente
quedó atrás, ahora un León
nos acecha ferozmente
desde la tapia de enfrente,
válganos Indiana Yons!
Mas aquí, Olivia, valiente,
echa mano de su tralla,
y con furia incontinente
mira a la fiera de frente
y su látigo restalla.
Y ¡oh Dios! a tanta osadía
la Bestia feroz se arredra,
decae en su gallardía,
encoge su cola impía
y se refugia en la piedra.
Y allá marcha la doncella
enarbolando la rama,
que es látigo para ella.
No hubo heroína tan bella
a orillas del Guadarrama.
Para el adiós la mozuela
en protocolo se crece:
solemne la damisela,
como si fuera su abuela,
su mano a besar me ofrece.
A lo que, con reverencia,
obedezco de buen grado:
tanta Gracia e Inocencia
nunca en mi larga Experiencia
con tal Ternura he besado.
Villalba, sábado, 28 de febrero de 2015
Francisco. Médico de flores
[i] La señorita Olivia es una
niña preciosa de cuatro años, nieta de nuestra amiga Margarita, que me cautivó
durante una excursión por las afueras de Villalba, en compañía de su abuela, su
madre, Ágata, y mi propia esposa. La niña no me soltó ni un momento de su mano
mientras le explicaba cosas de las flores y otras. Al despedirse me ofreció a
besar su mano ¿dónde lo habría visto la
mico ésta? Y, claro, me dejó traspuesto
y embelesado.