Habiéndome
abordado de improviso,
dije a
la Muerte, que me requería:
- Tengo
mucho que hacer. Aún no es mi día.
Pero la
Muerte hizo caso omiso
de mis
razones y, sin mi permiso,
me unció
en reata tras su errante guía
con
otros cuantos que Ella recogía
de aquí
y de allá, al azar, sin previo aviso.
Y así,
arrastrado con las hojas yertas
en
lúgubre compaña de difuntos
por el
oro triunfal de la otoñada
me vi,
una más entre personas muertas,
lejos
del trajinar de mis asuntos,
en funeral
ballet frente a la Nada.
Madrid, martes, 13 de noviembre
de 2012