viernes, 8 de abril de 2011

Con eñe de cariño

Cogidos como novios de las manos,

cada uno del otro dulce dueño,

tejemos entre dos el mismo sueño

mientras, altos, derivan los vilanos.


Lucen radiantes los cabellos canos

al aire del agosto madrileño;

no cabe el corazón en el pequeño

recinto en que se adensan los veranos.


Va dejando su campo a la ternura

-esa firme argamasa del cariño-

el deseo, que mengua con los años.


Ajenos a la arruga y a sus daños

cultivamos del alma la hermosura:

el vino, viejo y el asombro, niño.

2 comentarios:

Alma en el verso dijo...

¡Qué sentimiento de ternura tan entrañable inspira ese hermoso soneto! Me alegro de tenerlo junto a mí esta tarde de domingo... Gracias.

Francisco Redondo dijo...

Muchas gracias, Alma en verso. Es una recompensa tener junto a mis letras a personas de una sensibilidad tan exquisita.

Un saludo