A mi amiga Manoli, quien, súbitamente, supo de la Soledad y sus pesares
De sepulcro en sepulcro
fui preguntando
si habían visto alguno
que murió amando.
Contestomé uno,
contestomé uno:
mujeres a millares ¡caramba!
hombres, ninguno.
Canción que cantaba mi madre.
¿Qué tórtola exquisita se resiste
ante el silencio crudo y favorable
a expresar su quebranto de vïuda?
Miguel Hernández – soneto 10 - El silbo vulnerado
Vaso del que rebosa la añoranza,
alquitara que filtra hiel de ausencia,
corazón que reclama la presencia
y reniega del fin de la esperanza:
Si del llanto del sauce a semejanza
calladamente llueves tu dolencia
y anegas de amargura e inclemencia
el invierno tenaz de tu labranza,
verás crecer al paso de los días,
en nuevas cunas, carne en torno de ellas
con el rastro de aquella que querías.
Que aunque se haya subido a las estrellas
la media vida por que te morías,
el milagroso Amor guarda las huellas.
2 comentarios:
Un sentido soneto en homenaje. En mi opinión es uno de los mejores que te he leído. Está claro que de los tristes momentos nace la inspiración.
Muchas gracias, Antonio. En efecto la tristeza es un importante motor poético.
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