domingo, 18 de abril de 2010

Canto de ausencia y añoranza

A mi amiga Manoli, quien, súbitamente, supo de la Soledad y sus pesares


De sepulcro en sepulcro

fui preguntando

si habían visto alguno

que murió amando.

Contestomé uno,

contestomé uno:

mujeres a millares ¡caramba!

hombres, ninguno.

Canción que cantaba mi madre.


¿Qué tórtola exquisita se resiste

ante el silencio crudo y favorable

a expresar su quebranto de vïuda?

Miguel Hernández – soneto 10 - El silbo vulnerado


Vaso del que rebosa la añoranza,

alquitara que filtra hiel de ausencia,

corazón que reclama la presencia

y reniega del fin de la esperanza:


Si del llanto del sauce a semejanza

calladamente llueves tu dolencia

y anegas de amargura e inclemencia

el invierno tenaz de tu labranza,


verás crecer al paso de los días,

en nuevas cunas, carne en torno de ellas

con el rastro de aquella que querías.


Que aunque se haya subido a las estrellas

la media vida por que te morías,

el milagroso Amor guarda las huellas.

2 comentarios:

ANTONIO JIMÉNEZ LUNA dijo...

Un sentido soneto en homenaje. En mi opinión es uno de los mejores que te he leído. Está claro que de los tristes momentos nace la inspiración.

Francisco Redondo dijo...

Muchas gracias, Antonio. En efecto la tristeza es un importante motor poético.