No me queméis ni me enterréis. Deseo
que me comulguen aves de carroña;
que hundan en mí su pico sin ponzoña
y me devoren como a Prometeo.
Y que los vermes guiñen donde veo,
las tibias sean flautas de zampoña
por las que silbe desdentada doña
que ostenta la guadaña por trofeo.
Pues no he de ser, que sean mis despojos :
- la alquimia abdominal de mi intestino,
la pasión de mi víscera cardiaca
y la dulce nostalgia de mis ojos –
para el festín final de mi destino,
carta fatal, macabra y demoníaca.
4 comentarios:
Mire usté que de letras no soy, aunque las leo, y aunque lo veo, no hay ingenio en mímás que el que aquí se ha dicho, entonces cómo no agradecer a su poema el placer que brinda su lectura y a su autor que la haga posible.Pa entendernos, le diré que deambular por foros de poesía hace a veces que me olvide de ella, ya me comprende usté.
Don Francisco.
Muchas gracias, don Enrique Gil, por su visita y comentario.
No hay soneto tuyo que haya ledido, que no me deje estaciado, tienes un gran manejo del lenguaje, asi como una gran intuición para encontrar la musicalidad de los versos.
Disfruto con estas lecturas
Un abrazo, Fred
Muchas gracias, Gus. Gracias por tu visita, tu lectura y por tan gentil comentario.
Un abrazo,
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