martes, 25 de marzo de 2008

Esposa


Me hice a quererte porque te tenía,
amor mío, al alcance de la mano
- ¡tantos que ignoran el caudal cercano
y buscan agua por la lejanía!

Nunca me arrepentí, pues día a día
me adamaba ese cuerpo tan lozano,
sin riesgo de lo incierto y de lo insano,
que tu amor, tan sabido, me ofrecía.

Y fuiste amiga, compañera, amante,
referente seguro, dulce esposa,
columna del hogar, amor constante.

Todo me diste ya. Solo una cosa
me queda por hacer en adelante:
besar la huella en que tu pie se posa.


Madrid, 24 de febrero de 2008

5 comentarios:

vielcada dijo...

Bajo los efectos -todavia- de una conferencia-ladrillo sobre la memoria que me colocaron ayer tarde en un centro cultural de Madrid, reconforta la lectura de estos versos sobre el amor y la esposa. Ajeno por completo a la poesia, estoy corriendo el riesgo de aficionarme a la misma si sigo frecuentando este blog. Saludos, Francisco.

Ana Estepa dijo...

Qué bello, Francisco.
Enhorabuena a ti y a tu esposa.

Francisco Redondo dijo...

No habría afición más hermosa, Vielcada. Un saludo.

Muchas gracias, Ana. Es el amor, ya sabes.

Eduardo Flores dijo...

Francisco, te sales con el último verso. Un soneto muy emotivo: me tocó la fibra pues yo mismo venero a mi mujer, la idolatro por entero, amo sus imperfecciones por asemejarla a mí.

Un saludo compañero.

Francisco Redondo dijo...

Así es, Eduardo.

Muchas gracias.