No os paséis de sublimes:
afincad en la tierra.
Escarbad en el humus,
preguntad a la hierba.
Indagad las raíces
que la especie conserva.
Aplicad el oído
al limo que fermenta;
oid, innumerable,
la jerga primigenia,
el murmullo incesante
que recorre el planeta:
es el canto continuo
de la vida que empieza.
Dos amantes. Dos cuerpos
que un espíritu anima.
Y el espíritu, el grito
ancestral de la vida.
Un anhelo insondable
asciende por los días,
recorre las edades
y en el amor culmina.
No equivoquéis el golpe,
no forcéis la venida:
conseguid que, en silencio,
cada célula diga,
diga cada tejido,
exprese cada fibra
el mensaje secreto,
la palabra sencilla
que franquea el recinto
virginal de la dicha.
Madrid, 31-3-1.984
jueves, 6 de septiembre de 2007
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