jueves, 21 de junio de 2007

Crónica posible de mi muerte

Esa tarde me he muerto, sereno como el día;
sin presagios, sin llantos, sin hacer las maletas:
esbozadas, sin término, tareas incompletas
en que afanosamente mi tiempo entretenía.

Quedó sin ese punto final que requería
el largo parlamento que arrastran los poetas:
mil apuntes dispersos por todas las gavetas
que no hallarán el sitio que sólo yo sabía.

Mi vida era presente continuo, renovado,
que arrojaba a diario pasados al abismo.
De súbito mi vida se hizo toda pasado.

Como mueren sin cuerpo las almas inmortales,
esa tarde la Muerte se vistió de mí mismo
y me entregó al sosiego de las horizontales.

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