lunes, 28 de marzo de 2022

Miguel Hernández. 80 años de su muerte en prisión.

Hoy, 28 de marzo de 2022, se cumplen exactamente 80 años de la muerte en prisión, en enfermedad y en abandono de uno de los más grandes poetas de España, quizá el mejor compositor de sonetos desde el Siglo de Oro, que tanto lo inspiraba. Murió de tuberculosis adquirida entre los malos tratos y las malas condiciones de vida en las prisiones de Franco, y agravada por la falta de cuidados en las sórdidas enfermerías de las prisiones. La sierra estaba repleta de lujosos sanatorios para los tuberculosos del Régimen; uno al menos para cada arma militar: Tierra , Marina y Aire, lo sé porque me tocó vivir en las viviendas anejas al sanatorio de Marina en Los Molinos, en cuyas oficinas trabajaba mi padre, mientras a vista de pájaro se veían las luces de las obras, día y noche, del gran mausoleo de Cuelgamuros que construían manos de prisioneros políticos para mayor gloria del Gran Genocida. Miguel, gloria de las letras de este desdichado país, no tuvo sanatorio en la sierra sino insana enfermería de prisión en Alicante. Su crimen: defender la causa de la  República y dar al aire sus Vientos del Pueblo.

En su memoria traigo hoy aquí uno de sus muchos sonetos sobre el toro, todos ellos bellísimos (no en vano trabajó para Cossio y su gran enciclopedia de la tauromaquia). En éste, Miguel describe mediante metáforas realmente inspiradas el poderoso anhelo amoroso del toro en celo; nadie como él ha sabido hacerlo: "de amorosas y cálidas cornadas cubriendo va los trebolares tiernos con el dolor de mil enamorados ...". La desmesura de la pasión animal derramándose sobre la hierba recién nacida. Una maravilla. Y no digo más; que hable el poeta por encima del tiempo, más allá de los años.


Silencio de metal triste y sonoro,

espadas congregando con amores

 en el final de huesos destructores

de la región volcánica del toro.


Una humedad de femenino oro

que olió puso en su sangre resplandores,

y refugió un bramido entre las flores

como un huracanado y vasto lloro.


De amorosas y cálidas cornadas

 cubriendo está los trebolares tiernos

con el dolor de mil enamorados.


Bajo su piel las furias refugiadas

son el el nacimiento de sus cuernos

pensamientos de muerte edificados.

 

Miguel Hernández, 1933-34 

 

 

 

 

 

 

 


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