Oros de otoño, rojos minerales,
hielo en los miembros que pasión no habita,
sangre que ya no inunda ni visita
con ardor estos cauces arteriales.
Llegáis una vez más a los umbrales
de este cuerpo que el tiempo debilita,
de esta ruina cruel que no suscita
el recuerdo de tiempos cenitales.
Escaso ya el albur de mi albedrío.
Borrosa luz la de mis ojos viejos,
tan ajena a los soles del verano.
Cae espesa la niebla y siento frío,
y siento que no iré mucho más lejos …
Dame la mano, amor, dame la mano.
4 comentarios:
Qué hermoso y conmovedor soneto, me llega al alma el sentimiento y la belleza de la expresión con la que está envuelto.
Un cordial y atento saludo.
Gracias por tan sensible y atento comentario, Alma.
Un saludo no menos cordial.
Dejo una cuarteta, amigo:
Es tiempo de las hojas y el otoño //
va cubriendo el suelo con sus manteles, //
marrones y amarillos los pinceles //
que pintan el deceso del retoño.
Saludos desde Argentina.
Muchas gracias por su poético comentario, Nicolás.
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