A Julita, el amor de mi vida
De las riberas solas
del Jarama
¿recuerdas esa tarde en la
espesura
en que tú me brindaste la
hermosura
de tu cuerpo desnudo entre la
rama?
¿Y luego aquella gloria sobre el
suelo
entre el rumor del agua y su
frescura
sin más cobijo, amor, ni
cobertura
que el luminoso y grande azul del
cielo?
Venus puso el encanto y la
belleza,
Pan nos sonó en garganta de
jilguero,
la tarde dio el sosiego y la
pereza.
Fue nuestra alcoba el Universo
entero,
y, entre el fragor de la
Naturaleza,[1]
el amor, primigenio y verdadero.
Madrid, 16 de Junio de 1.996
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