Como un ascua de luz hecha balada,
como un gemir del corazón del viento,
como un suspiro alzado a pensamiento,
como un lamento sobre la nevada.
Un éxtasis del alma enajenada,
cautivada en el timbre de un acento,
transportada al alcázar del momento
en que expira la voz enamorada.
¿Cómo olvidar la “Casta diva” en Norma
modulada por Callas, la Divina,
a Kraus en Werther, estertor romántico,
de Turandot, solemne, “Nessun dorma”,
Pavarotti, o “Che gelida manina”,
cuando el hervor del pecho se hace cántico?
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