Me hice a quererte porque te tenía,
amor mío, al alcance de la mano
- ¡tantos que ignoran el caudal cercano
y buscan agua por la lejanía!
Nunca me arrepentí, pues día a día
me adamaba ese cuerpo tan lozano,
sin riesgo de lo incierto y de lo insano,
que tu amor, tan sabido, me ofrecía.
Y fuiste amiga, compañera, amante,
referente seguro, dulce esposa,
columna del hogar, amor constante.
Todo me diste ya. Solo una cosa
me queda por hacer en adelante:
besar la huella en que tu pie se posa.
Madrid, 24 de febrero de 2008
amor mío, al alcance de la mano
- ¡tantos que ignoran el caudal cercano
y buscan agua por la lejanía!
Nunca me arrepentí, pues día a día
me adamaba ese cuerpo tan lozano,
sin riesgo de lo incierto y de lo insano,
que tu amor, tan sabido, me ofrecía.
Y fuiste amiga, compañera, amante,
referente seguro, dulce esposa,
columna del hogar, amor constante.
Todo me diste ya. Solo una cosa
me queda por hacer en adelante:
besar la huella en que tu pie se posa.
Madrid, 24 de febrero de 2008
5 comentarios:
Bajo los efectos -todavia- de una conferencia-ladrillo sobre la memoria que me colocaron ayer tarde en un centro cultural de Madrid, reconforta la lectura de estos versos sobre el amor y la esposa. Ajeno por completo a la poesia, estoy corriendo el riesgo de aficionarme a la misma si sigo frecuentando este blog. Saludos, Francisco.
Qué bello, Francisco.
Enhorabuena a ti y a tu esposa.
No habría afición más hermosa, Vielcada. Un saludo.
Muchas gracias, Ana. Es el amor, ya sabes.
Francisco, te sales con el último verso. Un soneto muy emotivo: me tocó la fibra pues yo mismo venero a mi mujer, la idolatro por entero, amo sus imperfecciones por asemejarla a mí.
Un saludo compañero.
Así es, Eduardo.
Muchas gracias.
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