El hombre, ese peñasco
que a veces dice no con la cabeza.
El vegetal erguido, rebelado,
que ya no sigue al sol que más calienta.
Ese animal cruel que hunde el colmillo
en las tiernas gargantas de su sangre,
que mata por matar, y que descubre
su gozo en el dolor que al otro inflige.
Ese mono, esclavo de sí mismo,
horrorizado miembro de una especie
madrastra de la muerte y de la mierda,
diente feroz y hermosos pensamientos.
Ese ángel caído que enarbola,
marioneta sublime, su dios antropomorfo
para ahuyentar sus cósmicos pavores.
Esa caña consciente en la tormenta,
contradicción perpetua, paradoja
del dios por él creado, del Dios Padre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario