Entrañarme en tu entraña, donde sólo tú eres,
y extrañarme de mí por ser tú mismo.
Negarme yo por ti y anonadarme
y conquistar al fin tu perspectiva
para emerger después al tercer día
penetrado de ti, vivificado,
ganado a tus banderas, ya las mías,
borracho de tu sangre, entimismado.
Sembrado, pues, de ti granar cosecha
y ser pacido cuando y por quienquiera
y, esparcido en los vientos y en los ríos,
vivir fuera de mí con todo el mundo.
martes, 5 de febrero de 2008
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