lunes, 6 de mayo de 2013

La infanta imputada


Hay un juez que dictamina
justicia igual para todos
y con sosegados modos
cita a la infanta Cristina
por algo que la incrimina
relativo a aquel tinglado
de corrupción que ha montado
con maña su augusto esposo,
ese mozo tan gracioso
que firma Duque em-Palma-do.

Consterna a toda la Corte
la imputación de Cristina:
¿A ver quien se la imagina
a medias con su consorte
en el cuento del deporte?
¡Bribón! – que grita a su buque
el suegro sin que trabuque
su dislexia el adjetivo,
y a Matas, el permisivo -
¿cómo negar nada al Duque?

Es Nóos la Fundación,
sin lucro ni beneficio,
el ingenioso artificio
que culmina en Aizoón,
donde Iñaki y la Borbón,
con harta desenvoltura,
en deportes y cultura
con ellos mismos contratan,
y engordan, pulen y enlatan
las cifras de la factura.

A Camps y a la Barberá
reciben en la Zarzuela
que, lírico, mejor cuela
en casa del Gran Papá
tres milloncejos de ná.
¡El Summit! ¡Oh cuanta ciencia
deportiva, qué excelencia!
En pro de un mejor mañana
dejó a la grey valenciana
a la luna de Valencia.

¿De qué sirven las leales
cortes de nobles y espías,
de guardias y policías,
si ante las napias reales
se traman desmanes tales?
Mas como el yerno es la Pera
con la Cristina a su vera,
antes que el negocio acabe
todo Valencia lo sabe
pero el suegro ni se entera.

Y la infanta, fiel esposa
de un granuja de tronío,
sigue sin decir ni pío
de la enjundia de la Cosa:
su inocencia candorosa
las Actas firmaba en blanco,
y los papeles del Banco,
que le parecía feo,
de su em-Palma-do romeo,
no fiar del gesto franco.

Pero el juez lo tiene claro
aunque se oponga el fiscal,
porque estaría muy mal
y resultaría raro
dar a la infanta el amparo
en contra de la evidencia
y proclamar su inocencia,
siendo de Torres la esposa,
sin tanta parte en la Cosa,
imputada sin clemencia.

Y usted, Horrach, a lo suyo:
actúe de acusador,
disipe el corrupto hedor,
meta al chorizo en el trullo
y no se nos ponga grullo,
que defender a una infanta
por más que fuera una santa
no es tarea de fiscal,
que de cortesano real
echa un tufillo que espanta.